Cuando
me instalé a vivir en Madrid - hace ahora dos años- me enamoré de mi barrio:
el Lavapiés castizo, alternativo, y multicultural. Me gusta pasear por sus
calles, escuchar sus sonidos, contemplar los rostros y observar las ropas
de otras culturas. Cuando algunos ojos me hieren con la tristeza de su mirada
o me alegra una dulce sonrisa, pienso en cómo serán sus vidas, sus casas,
sus países de origen, sus trabajos, sus familias o sus amores.
Así fue como decidí aproximarme a las mujeres de mi barrio, a las nuevas,
a las inmigrantes venidas de países remotos más o menos exóticos. Desde mi
casa en Lavapiés veo el horizonte y la hermosa luz de Madrid. Por la noche,
asomada al balcón, juego a imaginar que al fondo está el mar, mientras miro
los barcos y pienso en otros mundos. Una noche me pregunté si se podría dar
la vuelta al mundo sin salir de Lavapiés. "Quizá no", me respondí, "pero casi".
Por la mañana comencé a poner en movimiento un nuevo proyecto: embarcarme
en hacer una película documental que me permitiera dar rostro y palabra a
todas estas mujeres venidas de tan lejos. A las mujeres de mi barrio. Y decidí
elegir las vidas más normales, las menos impactantes, esas vidas de mujeres
emigradas de las que no hablan nunca los medios de comunicación. Me acerqué
con curiosidad y cariño a todas ellas y enseguida me abrieron sus casas y
sus corazones. Poco a poco, pude acercarme a sus vidas, conocerlas y quererlas.
Todo el largo e intenso proceso de realización de Extranjeras me ha
provocado montones de emociones, reflexiones y sensaciones que supongo estarán
plasmadas en la película. Por eso, espero que también a vosotros hombres y
mujeres -de aquí y de allá- mis Extranjeras os emocionen y os conmuevan.
CONTINÚA
>> |